navegué por la Red de redes
Naufragué!
Corría el año 1999 y yo estaba de intercambio con el colegio en Estados Unidos, concretamente en un pueblecito llamado Tewksbury en el estado de Massachusetts. Estaba alojada en casa de una chica que se llamada Chrystal y convivía con su hermano, su madre, su padrastro y su mascota Chocolate, lo más parecido a mi PUnkY. Mi "host-girl" tenía como asignaturas optativas informática, arte y no sé qué más, creo que cocina (donde les enseñaban a hacer magdalenas o muffin), salud, labores o alguna de esas cosas tan útiles que les gusta impartir.
El caso es que, al principio, yo le acompañaba a todas sus clases en el instituto. He de decir que, aunque luego cambié las aulas por la cafetería y el vagueo con mis compañeros de intercambio por los pasillos del instituto (como éramos de intercambio nos dejaban hacer lo que nos diese la gana), no lo pasaba mal. En arte nos ponían a construir pirámides con palillos de madera mientras escuchábamos a los Beatles y e profesor bebía café en su taza mega-hiper-yanki y en informática te dejaban un ordenador y hacías lo que te brotaba.
Como os podéis imaginar, fue en en esa asignatura en la que por primera vez pasé a ser virtual.
No sé si yo era consciente de que Internet existía cuando yo viajé a USA, pero aquello me pareció una ventana mágica. Claro está que no tenía ni idea de cómo usarlo y, a pesar de que todo está diseñado para que sea amigable y muy fácil de manejar, yo entré a Internet como un elefante a una cacharrería. Le daba a todas las teclas, pulsaba todos los enlaces, arrastraba el ratón y allí donde veía una mano que indicaba una nueva posibilidad de explorar yo aporreaba el "mouse" con mi dedo índice.
Recuerdo como si fuese hoy que la primera página que visité fue la de los 40 Principales, creo que era la única de la que me sabía la dirección de tanto oirlo en la radio (por aquel entonces creo que en España tenía Internet un 0,00001% de la pòblación). Allí esuché y re-escuché las canciones que estaban en el Top 10, al oir música en castellano me sentía algo más cerca de casa. En las siguientes horas, continué con mis viajes por la autopista de la información y comencé a darme cuenta de todas las posibilidades que me ofrecía: descargas de programas, música, información para trabajos y ¡el correo electrónico!
Cuando se acabó mi mes de estancia por Nueva Inglaterra volvía a casa hecha una experta en la utilización de la barra de herramientas y buscadores y con las direcciones de correo electrónico de todos mis amigos anglo-parlantes en la mochila. Al llegar a casa me di cuenta de que, aunque a penas lo había conocido, Internet era algo imprescindible para mí y, después de mucho insistir acabé convenciendo a mis padres para que lo instalaran en casa.
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Corría el año 1999 y yo estaba de intercambio con el colegio en Estados Unidos, concretamente en un pueblecito llamado Tewksbury en el estado de Massachusetts. Estaba alojada en casa de una chica que se llamada Chrystal y convivía con su hermano, su madre, su padrastro y su mascota Chocolate, lo más parecido a mi PUnkY. Mi "host-girl" tenía como asignaturas optativas informática, arte y no sé qué más, creo que cocina (donde les enseñaban a hacer magdalenas o muffin), salud, labores o alguna de esas cosas tan útiles que les gusta impartir.
El caso es que, al principio, yo le acompañaba a todas sus clases en el instituto. He de decir que, aunque luego cambié las aulas por la cafetería y el vagueo con mis compañeros de intercambio por los pasillos del instituto (como éramos de intercambio nos dejaban hacer lo que nos diese la gana), no lo pasaba mal. En arte nos ponían a construir pirámides con palillos de madera mientras escuchábamos a los Beatles y e profesor bebía café en su taza mega-hiper-yanki y en informática te dejaban un ordenador y hacías lo que te brotaba.
Como os podéis imaginar, fue en en esa asignatura en la que por primera vez pasé a ser virtual.
No sé si yo era consciente de que Internet existía cuando yo viajé a USA, pero aquello me pareció una ventana mágica. Claro está que no tenía ni idea de cómo usarlo y, a pesar de que todo está diseñado para que sea amigable y muy fácil de manejar, yo entré a Internet como un elefante a una cacharrería. Le daba a todas las teclas, pulsaba todos los enlaces, arrastraba el ratón y allí donde veía una mano que indicaba una nueva posibilidad de explorar yo aporreaba el "mouse" con mi dedo índice.
Recuerdo como si fuese hoy que la primera página que visité fue la de los 40 Principales, creo que era la única de la que me sabía la dirección de tanto oirlo en la radio (por aquel entonces creo que en España tenía Internet un 0,00001% de la pòblación). Allí esuché y re-escuché las canciones que estaban en el Top 10, al oir música en castellano me sentía algo más cerca de casa. En las siguientes horas, continué con mis viajes por la autopista de la información y comencé a darme cuenta de todas las posibilidades que me ofrecía: descargas de programas, música, información para trabajos y ¡el correo electrónico!
Cuando se acabó mi mes de estancia por Nueva Inglaterra volvía a casa hecha una experta en la utilización de la barra de herramientas y buscadores y con las direcciones de correo electrónico de todos mis amigos anglo-parlantes en la mochila. Al llegar a casa me di cuenta de que, aunque a penas lo había conocido, Internet era algo imprescindible para mí y, después de mucho insistir acabé convenciendo a mis padres para que lo instalaran en casa.
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3 comentarios
Janire -
Raquel -
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Gracias
Mikel -